El juego nos pone en la piel de Alex Taylor, una estudiante universitaria que padece una grave forma de asma. Tras perder todo lo que le importaba, decide emprender un peligroso viaje en busca de un refugio seguro, alejada de la amenaza alienígena que ya conocerán si han visto las películas de A Quiet Place. Ambientado cuatro meses después de la invasión inicial, The Road Ahead explora la lucha por la supervivencia en un mundo donde cada sonido puede atraer a criaturas mortales conocidas como Death Angels; cada paso en falso puede significar una muerte instantánea.
La narrativa comienza desarrollando las relaciones de Alex con su novio Martin y su padre Kenneth, presentando momentos tiernos a través de flashbacks que añaden profundidad emocional a la historia, haciendo que el viaje de la protagonista sea más personal y envolvente. Sin embargo, a medida que avanza el juego, la trama tiende a seguir caminos predecibles, careciendo de los giros argumentales que podrían elevar la experiencia narrativa.
A pesar de esto, el juego logra transmitir de manera efectiva el sentido de aislamiento y desesperación de Alex, quien se encuentra completamente sola en un entorno hostil. No esperen, por lo tanto, al típico héroe audaz y musculoso de las historias de horror; aquí manejamos a una joven asustada, con problemas de asma que impactan el gameplay. Aunque la historia de Alex no es particularmente profunda, aprecio el esfuerzo de Stormind Games por crear un mundo rico en detalles que cuentan historias de vidas truncadas. Al recorrer casas abandonadas, campamentos desiertos y estaciones de tren en ruinas, encontraremos diarios, notas y objetos personales que ofrecen una visión de las experiencias de otros sobrevivientes, sugiriendo que no somos los primeros ni seremos los últimos en este mundo.
Este cuidado por los detalles se refleja también en el diseño sonoro, el cual es el corazón de A Quiet Place: The Road Ahead. Cada ambiente está lleno de sonidos que pueden ocultar nuestros movimientos o, por el contrario, hacernos más vulnerables. El silencio juega un papel fundamental, creando momentos de tensión en los que el más mínimo ruido parece amplificado y maldecimos hasta la más pequeña rama en el suelo.
Cada paso, cada movimiento y cada interacción con el entorno deben hacerse con extrema cautela. Es vital moverse despacio a lo largo de la aventura, empujando apenas el joystick del control para evitar hacer ruido. Abrir una puerta o un cajón puede tomar varios segundos, durante los cuales es crucial mantener un control preciso para no hacer sonido, lo que puede volverse monótono si se repite durante todo el juego. Además, algunas decisiones de diseño parecen forzadas: la presencia excesiva de trampas sonoras en lugares inesperados, como latas de pintura en senderos desiertos, puede dar la impresión de que el juego es más un recorrido de obstáculos diseñado que un mundo realista.
Afortunadamente, contamos con el fonómetro improvisado de Alex, un dispositivo que mide los decibelios generados por sus movimientos en relación al ruido ambiental, proporcionando un feedback inmediato sobre el riesgo de ser descubiertos. El asma de Alex agrega otra capa de complejidad a la ya delicada situación. Situaciones de estrés o esfuerzo físico pueden desencadenar ataques de asma, lo que nos obliga a estar atentos al indicador de sus pulmones y usar los inhaladores recolectados en el camino cuando sea necesario. Manejar esta condición es esencial para la supervivencia, especialmente cuando un ataque podría atraer a las criaturas cercanas.
El juego también ofrece objetos como ladrillos y botellas para distraer a las criaturas, así como bengalas que pueden usarse tanto para iluminar áreas oscuras como para confundir a los enemigos. Sin embargo, las limitaciones del inventario, como tener que elegir entre el fonómetro y la linterna porque ambos ocupan la misma mano, pueden resultar frustrantes, dejándonos en situaciones donde debemos decidir entre avanzar a ciegas o arriesgarnos a hacer ruido.
Una de las características más innovadoras de A Quiet Place: The Road Ahead es la posibilidad de utilizar el micrófono del controlador para detectar los ruidos reales en el entorno del jugador, añadiendo un nivel adicional de inmersión que influye en la experiencia de juego. Aunque es una idea original, puede no ser práctica para todos, especialmente en entornos donde los ruidos de fondo son inevitables; así que, ¡inténtenlo bajo su propio riesgo! Si tienen un televisor encendido o una mascota, las criaturas vendrán a por ustedes rápidamente.
A medida que avanza la aventura, se introducen mecánicas como el uso de sacos de arena, tal como en las películas, para crear rutas silenciosas, así como herramientas estratégicas como pinzas y válvulas para superar obstáculos. Estas adiciones enriquecen el gameplay, aunque en ciertas ocasiones se utilizan poco o se implementan de manera subóptima, sin un impacto significativo en el juego y, a veces, alargando innecesariamente el tiempo de viaje de un punto A a un punto B.
A Quiet Place: The Road Ahead logra captar muchos de los elementos que hicieron que las películas fueran tan cautivadoras. La tensión constante, la importancia del silencio y una atmósfera opresiva están presentes, creando una experiencia de juego única, donde la mecánica del sonido como elemento central es innovadora y bien ejecutada, ofreciendo momentos de verdadero suspenso.
Claro, el juego no está exento de defectos: la lentitud necesaria para evitar hacer ruido puede resultar frustrante, especialmente para jugadores menos pacientes; las limitaciones del inventario y algunas decisiones de diseño pueden parecer arbitrarias y poco realistas. Además, problemas técnicos y la falta de variedad en los desafíos que enfrenta la protagonista a lo largo de su aventura pueden hacer que la experiencia se vuelva monótona antes de su final.
The Review
A Quiet Place: The Road Ahead
A Quiet Place: The Road Ahead logra capturar la esencia de la atmósfera opresiva y la tensión del universo de las películas, presentando una experiencia de survival horror que se apoya en el silencio como su mecánica central. La historia de Alex, aunque no particularmente innovadora, aporta una dimensión emocional que se siente genuina a través de sus interacciones y recuerdos. Sin embargo, el juego padece de problemas como la repetitividad en las mecánicas y limitaciones de inventario, lo que puede frustrar a algunos jugadores. A pesar de sus defectos, el diseño sonoro y la implementación del fonómetro ofrecen una inmersión significativa, mientras que la inclusión del asma como un desafío mecánico añade una capa de complejidad a la jugabilidad. Visualmente, aunque presenta altibajos, logra crear un entorno convincente que enriquece la experiencia.