A veces, la mejor manera de revivir un género olvidado no es reinventarlo, sino recordar por qué lo amamos en primer lugar. Los juegos de estrategia en tiempo real no atraviesan su mejor momento: los lanzamientos son cada vez más escasos y, salvo contadas excepciones, los presupuestos grandes ya no apuntan hacia ellos. En este panorama, Tempest Rising llega como un verdadero acto de fe y pasión. Desarrollado por Slipgate Ironworks, este título es, sin rodeos, un tributo a Command & Conquer, una de las sagas más influyentes del género. Pero no se queda en la imitación: toma esa base clásica, la viste con una identidad visual propia y actualiza su propuesta sin perder el espíritu noventero. En un mundo donde el último gran C&C ya tiene más de 15 años, Tempest Rising se siente como un regalo inesperado para los fans.

La historia no oculta sus influencias: el GDF, claramente inspirado en la GDI, se enfrenta a la Dinastía, un eco de la URSS de Red Alert, en una guerra por el control del Tempest, un mineral-vegetal valioso y misterioso. Las similitudes son muchas, pero lejos de ser un defecto, funcionan como un guiño afectuoso a los clásicos. De hecho, jugar su campaña es como sumergirse en un fan game muy bien hecho, pero con la calidad y estructura de un producto profesional. La estructura de misiones, las mejoras entre niveles y las combinaciones estratégicas traen de vuelta esa sensación de “RTS puro”. No hubo presupuesto para actores reconocidos en las cinemáticas, pero las secuencias animadas cumplen con buena calidad. Se echa en falta algo de humor, un ingrediente muy presente en los clásicos, pero la atmósfera logra sostener el relato.

Eso sí, el equilibrio de dificultad puede ser polémico. Las primeras misiones son accesibles, pero hacia la mitad del juego el desafío sube de forma brusca. El título exige dominar bien las fortalezas de cada facción y anticipar los movimientos enemigos con precisión. Adaptar la estrategia sobre la marcha no es sencillo, especialmente con recursos limitados que rara vez se regeneran a tiempo. Algunas misiones incluso eliminan por completo la posibilidad de construir una base, lo que obliga a cuidar cada unidad como si fuera oro. En contraste, otras fases permiten desplegar ejércitos completos, lo que crea una experiencia algo irregular.

El modo escaramuza mantiene el espíritu clásico y es ideal para los veteranos del género, pero sufre por la falta de contenido inicial: solo hay seis mapas para enfrentamientos 1v1 y tres para partidas 2v2 o todos contra todos. La variedad es escasa, y si no se agregan nuevos mapas o no se involucra a la comunidad (como en su momento hicieron StarCraft o Warcraft), la experiencia podría volverse repetitiva demasiado pronto. A esto se suma que, por ahora, solo hay dos facciones jugables, aunque ya se anticipa la llegada de una tercera que podría renovar el equilibrio.

En cuanto al apartado sonoro, Tempest Rising no se guardó nada, ofrece una banda sonora potente, que mezcla rock y electrónica con mucha personalidad. Se extrañan temas específicos para cada facción o tipo de misión, pero en conjunto el trabajo musical funciona muy bien y suma puntos nostálgicos. Visualmente, el juego es sólido y cumple sin problemas. Tiene un estilo marcado por la herencia de los RTS clásicos, pero se ve bien, corre fluido incluso en equipos no tan recientes y aprovecha tecnologías como DLSS para optimizar el rendimiento.
The Review
Tempest Rising
Tempest Rising no pretende reinventar la rueda. No lo necesita. Su propuesta es clara: ofrecer una experiencia RTS de la vieja escuela, pulida, desafiante y con sabor a clásico y en eso, cumple con creces. Puede que sus picos de dificultad y la escasez de mapas lo alejen del jugador casual, pero quienes crecieron con Tiberian Sun o Red Alert 2 encontrarán aquí justo lo que esperaban desde hace años. Además, el universo del juego ya tiene una base sólida, con espacio para crecer, mejorar y expandirse en el futuro. La próxima incorporación de la facción Veti promete nuevas dinámicas y aún más profundidad estratégica.