The Siege and the Sandfox marca el debut del estudio Cardboard Sword en el universo de los metroidvania, y lo hace apostando por una mezcla muy singular: sigilo y exploración. Los desarrolladores lo definen como un stealthvania, un término que encaja perfectamente con la propuesta del juego, que nos obliga a movernos con inteligencia, observando cuidadosamente cada nivel y estudiando los patrones de los enemigos para poder avanzar sin ser detectados. La historia arranca con un clásico giro de injusticia: nuestro protagonista es acusado falsamente de asesinato y arrojado a las mazmorras subterráneas del palacio real. Desde ahí, comienza una odisea por recuperar la libertad, limpiar su nombre y descubrir la verdad, todo mientras se desliza por un extenso laberinto lleno de secretos.

La narrativa se despliega de forma sutil, a través de breves diálogos, encuentros con personajes esquivos y detalles ambientales que invitan a la observación. Uno de los primeros aspectos que llama la atención es el espléndido trabajo visual en pixel art, que homenajea con estilo la era de los 16 bits. Desde el tutorial inicial ya se percibe un aire nostálgico que recuerda a Prince of Persia, con movimientos acrobáticos elegantes, saltos milimétricos y deslizamientos suaves que transmiten una sensación de precisión muy cuidada. Aunque se trata de un juego en 2D, el diseño de niveles logra una destacable profundidad visual gracias a una clara separación entre fondo y primer plano. Esta diferenciación no solo embellece el entorno, sino que también facilita la detección de caminos alternativos y objetos clave, reduciendo la necesidad de consultar constantemente el mapa.

Otro elemento que aporta tanto al diseño como al gameplay es el sistema de iluminación. Las zonas oscuras permiten ocultarnos con facilidad, mientras que en los sectores bien iluminados somos vulnerables. Podemos apagar antorchas para movernos con mayor seguridad, pero esto es solo una parte del enfoque sigiloso. El sonido también juega un papel crucial: correr, saltar o aterrizar ruidosamente alertará a los enemigos, dependiendo del tipo de superficie. Afortunadamente, también podemos escuchar los pasos y conversaciones de los guardias, lo que nos permite anticipar sus movimientos. Este sistema se apoya en una representación visual discreta pero efectiva: una burbuja traslúcida rodea al personaje para indicar la propagación del sonido.

A medida que progresamos, desbloqueamos habilidades que amplían nuestras posibilidades de sigilo y movilidad. Podemos, por ejemplo, aturdir enemigos por la espalda o ejecutar un potente ataque descendente que sirve tanto para romper obstáculos como para eliminar amenazas múltiples. Eso sí, en la mayoría de los casos, los enemigos no pueden ser eliminados permanentemente; solo se pueden dejar inconscientes, lo que introduce un elemento dinámico: si otro enemigo detecta a su compañero caído, intentará reanimarlo, obligándonos a mantenernos siempre alerta.

El sistema de sigilo, pese a su profundidad, no es excesivamente castigador. Si somos descubiertos, aún existe la posibilidad de huir y continuar, incluso esquivando enemigos en el proceso. Esta flexibilidad hace que el juego sea accesible para quienes no son expertos en juegos de infiltración, pero igualmente atractivo para los más dedicados al género. La progresión sigue el modelo clásico del metroidvania: exploramos, adquirimos habilidades y regresamos a zonas previamente inaccesibles. Con el tiempo se desbloquean puntos de viaje rápido que agilizan el backtracking, evitando desplazamientos tediosos y manteniendo el ritmo del juego. Además, el mapa es amplio, con áreas bien diferenciadas entre sí y repletas de detalles que enriquecen la ambientación.

Conforme obtenemos nuevas habilidades (como la capacidad de deslizarse por pasajes estrechos) la navegación se vuelve más fluida, conectando las habitaciones de forma orgánica y permitiendo una exploración más ágil. Cardboard Sword también ha buscado que cada zona se sienta única no solo visualmente, sino también en términos de interacción: plataformas móviles, trampas, estructuras colapsables, zonas acuáticas y otros elementos refrescan la jugabilidad y evitan la monotonía. En cuanto al rendimiento, el juego se comporta de forma estable y fluida. Solo en contadas ocasiones algunos enemigos parecían no estar bien integrados en el entorno (permitiendo atravesarlos sin consecuencias) pero estos casos fueron muy puntuales y nunca afectaron a enemigos importantes o ligados a la progresión.
The Review
The Siege and the Sandfox
The Siege and the Sandfox es una propuesta elegante, original y cuidadosamente diseñada, que combina de forma armoniosa el sigilo clásico con las estructuras de exploración propias del género. Su encanto visual, su ritmo medido y su enfoque estratégico lo convierten en una experiencia que vale la pena descubrir, tanto para veteranos del metroidvania como para quienes buscan algo distinto dentro del género.